El Rey

Y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre». Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios, y como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero. 
GÁLATAS 4:6-7 (NTV) 

Imagina un precioso castillo blanco asentado sobre la cima de una montaña, alzándose sobre un lago cristalino rodeado de árboles. Opulentas torrecillas y torres se elevan hasta casi tocar los cielos, ofreciendo una vista privilegiada. Los altos muros, la torre de vigilancia y los parapetos abiertos aseguran la máxima protección ante las fuerzas enemigas. En el interior, los techos abovedados y los candelabros de cristal se elevan por encima de largas escalinatas. Bellísimos cuadros y esculturas adornan las paredes, y las risas se oyen por todo el salón.

El Rey aparece. Por un instante tiemblas, insegura de cómo reaccionar. Entonces, mientras él avanza hacia ti con los brazos abiertos de par en par, lo recuerdas todo.
«Es mi papá. Y este es mi hogar». Corres tan rápido como puedes y te lanzas a sus brazos, y él te envuelve en su cálido abrazo.

Parece un cuento de hadas, pero esta imagen ni siquiera se acerca al hogar o al Padre que nos esperan. Oro, plata, joyas brillantes, lujo, opulencia, esplendor… Y un amor, gozo y paz tremendos, además de una relación sin fisuras: ¡esta es nuestra herencia! El Rey de todos los reyes nos ha llamado sus hijos. Eso significa que somos realeza y que quiere compartir todo lo que tiene con nosotros.


Oración:
Padre, te doy las gracias por la herencia que tengo como tu hija. En esta vida hay muchísimos problemas y dolor, pero la promesa de la eternidad contigo, mi majestuoso Rey, hace que todo esto valga la pena.


The King

So that we would know for sure that we are his true children, God released the Spirit of Sonship into our hearts—moving us to cry out intimately, “My Father! You’re our true Father!” Now we’re no longer living like slaves under the law, but we enjoy being God’s very own sons and daughters! And because we’re his, we can access everything our Father has. GALATIANS 4:6-7 TPT 

Picture a beautiful white castle perched on a mountain top overlooking a crystal-clear lake surrounded by trees. Decadent turrets and towers reach high into the sky, affording a breathtaking view. High walls, a watchtower, and open parapets ensure maximum protection from enemy forces. Inside, vaulted ceilings and crystal chandeliers tower above sprawling staircases. Ornate sculptures and paintings grace the walls, and the grand hall echoes with laughter.

The King appears. For a moment, you tremble, unsure of how to respond. Then, as he advances toward you with arms wide open, you remember. This is my Daddy. And this is my home. You run as fast as you can into those arms, and lose yourself in his warm embrace.

It sounds like a fairytale, but that picture doesn’t even do justice to the home or the Father awaiting us. Gold, silver, sparkling jewels, decadence, opulence, splendor, immeasurable love, joy, peace, and unbroken relationship—it’s our inheritance! The King of all kings calls us his children. That means we are royalty, and everything he has he wants to share with us.


Prayer:
Father, thank you for the inheritance I have as your child. This life has plenty of trouble and suffering, but the promise of eternity with you, my majestic King, is more than worth it!