Día 8 – Segunda Parte – PROPÓSITO # 1 • FUISTE PLANEADO PARA AGRADAR A DIOS 

Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán.
SALMO 34:1 (PAR)


Según sea el trasfondo religioso que hayas tenido, posiblemente sea necesario aclarar lo que se entiende por «adoración». Quizás tengas por entendido que la adoración se compone de las ceremonias en la iglesia con cantos, oración y un sermón. O puedes pensar en ceremonias, velas y en la Santa Cena. O en sanidades, milagros y experiencia extáticas. La adoración puede incluir estos elementos, pero es mucho más. La adoración es un estilo de vida.


La adoración es mucho más que música. Para muchas personas, la adoración es sinónimo de música. Dicen: «En nuestra iglesia comenzamos con adoración y luego tenemos la enseñanza». Esto es un gran malentendido. Todas las partes del culto son un acto de adoración: la oración, la lectura de las Escrituras, el canto, la confesión, el silencio, la quietud, la predicación del sermón, el tomar notas, las ofrendas, el bautismo, la Santa Cena, las promesas y tarjetas de compromiso, incluso el saludarse con otros adoradores.


En realidad, el origen de la adoración es anterior a la música. Adán adoraba en el jardín del Edén, pero la música se menciona por primera vez en Génesis 4:21, con el nacimiento de Jubal. Si la adoración fuera solo música, quienes no tuvieran oído musical no podrían adorar. La adoración es mucho más que eso.

Pero en el peor de los casos, la palabra «adoración» se utiliza —y muy mal— para referirse a un estilo de música en particular: «Primero cantamos un himno y luego una canción de alabanza y adoración». De acuerdo con este uso, si la canción es movida y se canta con brío, o se acompaña con instrumentos de viento, se la considera «alabanza». En cambio, si se trata de una canción lenta, plácida e íntima, quizás con los acordes de una guitarra, entonces es adoración. Eso es una mala utilización del término «adoración». La adoración no tiene nada que ver con el estilo, el volumen o el ritmo de una canción. Dios ama todos los estilos musicales porque él los inventó: los movidos y los lentos, los fuertes y los suaves, los clásicos y los nuevos. ¡Pueden no gustarte todos, pero a Dios sí! Si cuando le cantamos lo hacemos en espíritu y en verdad, eso es un acto de adoración.

La adoración es mucho más que música.

Los cristianos suelen no ponerse de acuerdo acerca del estilo de música a usarse en la adoración, y defienden con pasión su estilo preferido como el más bíblico o digno para Dios. ¡Pero no existe un estilo bíblico! En la Biblia no hay notas musicales; ni siquiera tenemos los instrumentos que se usaban en los tiempos bíblicos.

Con toda franqueza, tu estilo de música preferido dice más de ti —de tu entorno social y cultural y de tu personalidad— que de Dios. Lo que para un grupo étnico son sonidos musicales, para otro puede ser ruido. Sin embargo, a Dios le gusta la variedad y disfruta todos los estilos.


La música «cristiana» no existe como tal: Solo hay música con letra cristiana. Lo que convierte una canción en sagrada son las palabras, no la melodía. No hay melodías espirituales. Si tocaras una canción sin palabras, no habría manera de reconocerla como «cristiana». La adoración no es para beneficio propio. En mi tarea pastoral recibo notas que dicen: «Hoy me encantó la adoración. Me sirvió de mucho». Se trata de otro concepto erróneo con respecto a la adoración. ¡La misma no es para nuestro propio beneficio! Adoramos para beneficio de Dios. Cuando adoramos, nuestro objetivo debería ser complacer a Dios, no a nosotros mismos. Si alguna vez has dicho: «Hoy no recibí nada de la adoración», adoraste con una motivación equivocada.

La adoración no es para ti. Es para Dios. Por supuesto, la mayoría de los cultos «de adoración» también incluyen elementos de comunión, edificación y evangelización, y adorar sí tiene sus beneficios; pero no adoramos para darnos gusto. Nuestro motivo debe ser glorificar a nuestro Creador y complacerlo o agradarlo.

Reflexión:
Dios desea pasión y compromiso en nuestra adoración.


DAY 8 /Second part • Planned for God’s Pleasure

I will thank the LORD at all times. My mouth will always praise him.

PSALM 34:1 (GWT)

Depending on your religious background, you may need to expand your understanding of “worship.” You may think of church services with singing, praying, and listening to a sermon. Or you may think of ceremonies, candles, and communion. Or you may think of healing, miracles, and ecstatic experiences. Worship can include these elements, but worship is far more than these expressions. Worship is a lifestyle.

Worship is far more than music. For many people, worship is just a synonym for music. They say, “At our church we have the worship first, and then the teaching.” This is a big misunderstanding. Every part of a church service is an act of worship: praying, Scripture reading, singing, confession, silence, being still, listening to a sermon, taking notes, giving an offering, baptism, communion, signing a commitment card, and even greeting other worshipers.

Actually, worship predates music. Adam worshiped in the garden of Eden, but music isn’t mentioned until Genesis 4:21 with the birth of Jubal. If worship were just music, then all who are nonmusical could never worship. Worship is far more than music.

Even worse, “worship” is often misused to refer to a particular style of music: “First we sang a hymn, then a praise and worship song.” Or, “I like the fast praise songs but enjoy the slow worship songs the most.” In this usage, if a song is fast or loud or uses brass instruments, it’s considered “praise.” But if it is slow and quiet and intimate, maybe accompanied by guitar, that’s worship. This is a common misuse of the term “worship.” Worship has nothing to do with the style or volume or speed of a song. God loves all kinds of music because he invented it all — fast and slow, loud and soft, old and new. You probably don’t like it all, but God does! If it is offered to God in spirit and truth, it is an act of worship. Christians often disagree over the style of music used in worship, passionately defending their preferred style as the most biblical or God-honoring. But there is no biblical style! There are no musical notes in the Bible; we don’t even have the instruments they used in Bible times.

Worship is far more than music.

Frankly, the music style you like best says more about you — your background and personality — than it does about God. One ethnic group’s music can sound like noise to another. But God likes variety and enjoys it all.

There is no such thing as “Christian” music; there are only Christian lyrics. It is the words that make a song sacred, not the tune. There are no spiritual tunes. If I played a song for you without the words, you’d have no way of knowing if it were a “Christian” song.

Worship is not for your benefit. As a pastor, I receive notes that say, “I loved the worship today. I got a lot out of it.” This is another misconception about worship. It isn’t for our benefit! We worship for God’s benefit. When we worship, our goal is to bring pleasure to God, not ourselves.

If you have ever said, “I didn’t get anything out of worship today,” you worshiped for the wrong reason. Worship isn’t for you. It’s for God. Of course, most “worship” services also include elements of fellowship, edification, and evangelism, and there are benefits to worship, but we don’t worship to please ourselves. Our motive is to bring glory and pleasure to our Creator.

Reflection:

God wants passion and commitment in our worship.