Jesús les dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
JUAN 14:6 (RVR60)
Continuación del tercer día, segunda parte.
A muchos los guía el temor. Sus temores pueden ser el resultado de una experiencia traumática, de falsas expectativas, de haber sido criados en un hogar de disciplina rígida o incluso de una predisposición genética. Cualquiera que fuere la causa, las personas condicionadas por el temor pierden oportunidades porque temen aventurarse a emprender cosas. Van a lo seguro, evitando riesgos y tratando de mantener el statu quo.
El temor es un tipo de cárcel que tú mismo te impones, impidiéndote llegar a ser lo que Dios desea que seas. Debes reaccionar contra eso con las armas de la fe y el amor. La Biblia dice: «La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor no hay temor. Al contrario, el verdadero amor quita el miedo. Si alguien tiene miedo de que Dios lo castigue, es porque no ha aprendido a amar».
A muchos los guía el materialismo. El deseo de adquirir se convierte en la meta principal de sus vidas. Este deseo de querer siempre más se basa en la idea equivocada de que cuanto más tengas serás más feliz, más importante y vivirás más seguro, pero los tres conceptos son erróneos. Las posesiones solo proveen felicidad temporal. Como las cosas no cambian, tarde o temprano nos aburrimos de ellas, entonces queremos otras nuevas, más grandes y más modernas.
No deja de ser un mito eso de que «mientras más tenga, más importante soy». Cuánto valemos como personas y cuánto valemos por lo que tenemos no es lo mismo. No se puede determinar cuánto vales por las cosas que posees, ¡y Dios dice que las cosas más valiosas en la vida no son los bienes que posees!
El mito más común respecto al dinero es que cuanto más tengas, más seguro estarás. No es así. Se pueden perder las riquezas por muchas razones que están fuera de tu control. La verdadera seguridad se fundamenta solo en algo que no te pueden quitar: tu relación con Dios.
A muchos los guía la necesidad de ser aceptados. Permiten que las expectativas de sus padres, cónyuges, profesores o amistades controlen sus vidas. Muchos adultos siguen tratando de ganarse la aceptación de sus padres, a quienes es imposible agradar. A otros los guía la presión de los amigos, preocupándose siempre por el «qué dirán». Tristemente, aquellos que siguen al mundo, por lo general se pierden en él.
Desconozco todas las claves para el éxito, pero tratar de agradar a todo el mundo es una de las claves para el fracaso. Ser influenciado por la opinión de los demás te garantiza perder los propósitos de Dios para tu vida. Jesús dijo: «Nadie puede servir a dos señores».
Hay otras influencias que pueden guiar tu vida, pero todas terminan en un callejón sin salida. Por ejemplo: potencial sin poder usarlo, estrés innecesario y una vida vacía.
Esta jornada de cuarenta días te enseñará a llevar una vida con propósito: una vida guiada, controlada y dirigida por los propósitos de Dios. Nada es más importante que conocer los propósitos de Dios para tu vida, y nada puede compensarte por no conocerlos; ni siquiera el éxito, la riqueza, la fama o los placeres. Sin un propósito, la vida es una marcha sin sentido, un movimiento sin dirección y sucesos sin motivos. La vida sin propósito es trivial, insignificante e inútil.
Conclusión:
Todos tenemos algo que guía nuestras vidas. A muchos los guía la culpa, el resentimiento, la ira, el temor, el materialismo y la necesidad de ser aceptados.
Day 3/ Part 2 What Drives Your Life?
Jesus answered, “I am the way and the truth and the life. No one comes to the Father except through me.” JOHN 14:6 (NIV)
Many people are driven by fear. Their fears may be a result of a traumatic experience, unrealistic expectations, growing up in a high-control home, or even genetic predisposition. Regardless of the cause, fear-driven people often miss great opportunities because they’re afraid to venture out. Instead they play it safe, avoiding risks and trying to maintain the status quo. Fear is a self-imposed prison that will keep you from becoming what God intends for you to be. You must move against it with the weapons of faith and love. The Bible says, “Well-formed love banishes fear. Since fear is crippling, a fearful life — fear of death, fear of judgment — is one not yet fully formed in love.” 4 Many people are driven by materialism. Their desire to acquire becomes the whole goal of their lives. This drive to always want more is based on the misconceptions that having more will make me more happy, more important, and more secure, but all three ideas are untrue. Possessions only provide temporary happiness. Because things do not change, we eventually become bored with them and then want newer, bigger, better versions. It’s also a myth that if I get more, I will be more important. Self-worth and net worth are not the same. Your value is not determined by your valuables, and God says the most valuable things in life are not things!
The most common myth about money is that having more will make me more secure. It won’t. Wealth can be lost instantly through a variety of uncontrollable factors. Real security can only be found in that which can never be taken from you — your relationship with God.
Many people are driven by the need for approval. They allow the expectations of parents or spouses or children or teachers or friends to control their lives. Many adults are still trying to earn the approval of unpleasable parents. Others are driven by peer pressure, always worried by what others might think. Unfortunately, those who follow the crowd usually get lost in it.
I don’t know all the keys to success, but one key to failure is to try to please everyone. Being controlled by the opinions of others is a guaranteed way to miss God’s purposes for your life. Jesus said, “No one can serve two masters.” There are other forces that can drive your life but all lead to the same dead end: unused potential, unnecessary stress, and an unfulfilled life.
This 40-day journey will show you how to live a purpose-driven life — a life guided, controlled, and directed by God’s purposes. Nothing matters more than knowing God’s purposes for your life, and nothing can compensate for not knowing them — not success, wealth, fame, or pleasure. Without a purpose, life is motion without meaning, activity without direction, and events without reason. Without a purpose, life is trivial, petty, and pointless.
Conclusion: Everyone’s life is driven by something; many are driven by things like guilt, resentment, anger, fear, materialism, and the need for approval.