Llegamos a la madurez verdadera, esa medida de desarrollo que se define como la plenitud de Cristo.
EFESIOS 4:13 (PAR)
En cuanto aceptamos a Cristo, Dios consigue una cabeza de playa y así conquista una parte de nuestra vida. Podemos pensar que le hemos rendido toda nuestra vida a él, pero lo cierto es que hay mucho en nuestra vida de lo cual ni siquiera somos conscientes. Solamente podemos entregarle a Dios tanto de ella como entendamos en ese momento. Y eso está bien. Cuando le entregamos una parte a Cristo, él empieza su campaña para tomar más y más territorio hasta que toda nuestra vida es completamente suya. Habrá luchas y batallas, pero el resultado final nunca se pone en duda.
Dios ha prometido que «el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús».
El discipulado es el proceso de conformarse a Cristo. La Biblia dice: «Llegamos a la madurez verdadera, esa medida de desarrollo que se define como “la plenitud de Cristo”». La semejanza a Cristo es nuestro destino final, pero el viaje durará toda la vida.
Hasta ahora hemos visto que este viaje involucra creer (mediante la adoración), pertenecer (en la comunión), y llegar a ser (mediante el discipulado). Dios quiere que llegues a ser un poco más como él cada día: «Ustedes han empezado a vivir la vida nueva, en la cual están siendo renovados y están llegando a ser como el que los hizo».
Hoy estamos obsesionados con la velocidad, pero Dios está más interesado en la fortaleza y la estabilidad que en la rapidez. Queremos el arreglo rápido, el atajo, la solución inmediata. Un sermón, un seminario o una experiencia que resuelva todos los problemas al instante, elimine las tentaciones y nos libere de todos los dolores del crecimiento. Pero la verdadera madurez nunca es resultado de una sola experiencia, no importa cuán poderosa o conmovedora llegue a ser. El crecimiento es gradual. La Biblia dice: «Nuestras vidas gradualmente se vuelven más luminosas y hermosas mientras Dios entra en ellas y llegamos a ser como él».
¿Por qué toma tanto tiempo?
Aunque Dios podría transformarnos en un instante, decidió desarrollarnos lentamente. Jesús entrena a sus discípulos de forma pausada. Así como Dios les permitió a los israelitas tomar la tierra prometida «poco a poco» para que no se sintieran agobiados, prefiere trabajar en nuestras vidas avanzando paso a paso. ¿Por qué toma tanto tiempo cambiar y crecer? Hay varias razones.
Somos de lento aprendizaje. A menudo tenemos que releer una lección cuarenta o cincuenta veces para captarla realmente. Los problemas siguen repitiéndose y pensamos: «¡Otra vez no! ¡Eso ya lo aprendí!»; pero Dios sabe más. La historia de Israel ilustra cuán rápidamente olvidamos las lecciones que Dios nos enseña y cuán pronto regresamos a nuestros viejos modelos de conducta. Necesitamos repetidas exposiciones de la lección.
Tenemos mucho que desaprender. Muchas personas van a un psicólogo por un problema personal o relacional que desarrollaron durante años y le dicen: «Necesito que arregle esta situación. Tengo una hora». ¡Qué ilusos! Esperan una solución rápida para una dificultad histórica y profundamente arraigada. Dado que la mayoría de nuestros problemas —y de todas nuestras malas costumbres— no se desarrollaron de la noche a la mañana, es poco realista esperar que se marchen de inmediato.
No hay ninguna píldora, oración o principio que deshaga al instante el daño provocado en el transcurso de muchos años. Requiere un arduo trabajo de eliminación y sustitución. La Biblia le llama a esto «quitarse el viejo hombre» y «ponerse el nuevo hombre». Aunque se te dio una naturaleza totalmente nueva en el momento de la conversión, todavía tienes viejos hábitos, modelos y prácticas que necesitan ser eliminados y reemplazados.
Reflexión:
El discipulado es el proceso de conformarse a Cristo. La semejanza a Cristo es nuestro destino final, pero el viaje durará toda la vida. No hay atajos en el camino hacia la madurez.
DAY 28/ 2nd part • It Takes Time
We arrive at real maturity — that measure of development which is meant by “the fullness of Christ.”
EPHESIANS 4:13 (PH)
The moment you open yourself to Christ, God gets a “beachhead” in your life. You may think you have surrendered all your life to him, but the truth is, there is a lot to your life that you aren’t even aware of. You can only give God as much of you as you understand at that moment. That’s okay. Once Christ is given a beachhead, he begins the campaign to take over more and more territory until all of your life is completely his. There will be struggles and battles, but the outcome will never be in doubt. God has promised that “he who began a good work in you will carry it on to completion.”
Discipleship is the process of conforming to Christ. The Bible says, “We arrive at real maturity — that measure of development which is meant by ‘the fullness of Christ.’ ” Christlikeness is your eventual destination, but your journey will last a lifetime.
So far we have seen that this journey involves believing (through worship), belonging (through fellowship), and becoming (through discipleship). Every day God wants you to become a little more like him: “You have begun to live the new life, in which you are being made new and are becoming like the One who made you.”
Today we’re obsessed with speed, but God is more interested in strength and stability than swiftness. We want the quick fix, the shortcut, the on-the-spot solution. We want a sermon, a seminar, or an experience that will instantly resolve all problems, remove all temptation, and release us from all growing pains. But real maturity is never the result of a single experience, no matter how powerful or moving. Growth is gradual. The Bible says, “Our lives gradually becoming brighter and more beautiful as God enters our lives and we become like him.”
Why Does It Take So Long?
Although God could instantly transform us, he has chosen to develop us slowly. Jesus is deliberate in developing his disciples. Just as God allowed the Israelites to take over the Promised Land “little by little” so they wouldn’t be overwhelmed, he prefers to work in incremental steps in our lives.
Why does it take so long to change and grow up? There are several reasons.
We are slow learners. We often have to relearn a lesson forty or fifty times to really get it. The problems keep recurring, and we think, “Not again! I’ve already learned that!” — but God knows better. The history of Israel illustrates how quickly we forget the lessons God teaches us and how soon we revert to our old patterns of behavior. We need repeated exposure.
We have a lot to unlearn. Many people go to a counselor with a personal or relational problem that took years to develop and say, “I need you to fix me. I’ve got an hour.” They naïvely expect a quick solution to a long-standing, deep-rooted difficulty. Since most of our problems — and all of our bad habits — didn’t develop overnight, it’s unrealistic to expect them to go away immediately. There is no pill, prayer, or principle that will instantly undo the damage of many years. It requires the hard work of removal and replacement. The Bible calls it “taking off the old self” and “putting on the new self.” While you were given a brand new nature at the moment of conversion, you still have old habits, patterns, and practices that need to be removed and replaced.
Reflection:
Discipleship is the process of conforming to Christ. Christlikeness is your eventual destination, but your journey will last a lifetime. There are no shortcuts to maturity.