Día 12 • 3ra Parte – Desarrolla tu amistad con Dios

En su presencia expongo mi queja, en su presencia doy a conocer mi angustia cuando me encuentro totalmente deprimido.

SALMO 142:2-3 (DHH)

Obedecemos a Dios no por obligación, temor o compulsión, sino porque lo amamos y confiamos en que sabe lo que es mejor para nosotros. Queremos seguir a Cristo porque estamos agradecidos por todo lo que ha hecho por nosotros, y cuanto más de cerca lo sigamos, más estrecha será nuestra amistad.

Los no creyentes piensan que los cristianos obedecen por obligación, porque se sienten culpables o por temor al castigo, pero es todo lo contrario. Obedecemos por amor, porque nos ha perdonado y liberado, ¡y nuestra obediencia nos llena de gozo! Jesús dijo: «Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa».

Fíjate en que Jesús simplemente espera que hagamos lo mismo que él hizo con el Padre. Esa relación es el modelo para establecer nuestra amistad con él. Jesús hizo todo lo que el Padre le pidió que hiciera, y lo hizo por amor.

La verdadera amistad no es pasiva, sino activa. Cuando Jesús nos pide que amemos a los demás, que ayudemos a los necesitados, compartamos nuestros recursos, tengamos una vida limpia, estemos dispuestos a perdonar y a traer a otros a él, el amor nos impulsa a obedecerlo al instante.

Muchas veces se nos desafía a hacer «grandes cosas» para Dios. En realidad, a él le agrada más que hagamos pequeñas cosas con obediencia y por amor. Podrán pasar inadvertidas para los demás, pero Dios las ve y las considera actos de adoración.

Las grandes oportunidades suelen venir una sola vez en la vida, pero estamos rodeados de pequeñas oportunidades todos los días. Podemos alegrar a Dios hasta con actos tan sencillos como decir la verdad, ser generosos y animar a los demás. Dios atesora estos simples gestos de obediencia más que nuestras oraciones, alabanzas y ofrendas. La Biblia nos dice: «¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio». 

Jesús comenzó su ministerio público a la edad de treinta años, cuando Juan lo bautizó. «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él». ¿Qué hizo Jesús durante treinta años que agradaba tanto a Dios? La Biblia no nos dice nada con respecto a esos años ocultos, a excepción de una frase aislada en Lucas 2:51: «Regresó con sus padres a Nazaret, y vivió en obediencia a ellos» (NTV). Treinta años de vivir agradando a Dios se resumen en dos palabras: «¡Vivió obedientemente!».

Debo valorar lo que Dios valora. Esto es lo que hacen los amigos: se interesan en lo que la otra persona considera importante. Mientras más amigo seas de Dios, más te importará lo que a él le importa, más nos afligirá lo que a él le aflige, y más nos alegraremos con lo que a él le agrada.

Pablo es el mejor ejemplo de esto. Los planes de Dios eran los suyos, y se apasionaba por las mismas cosas que apasionaban a Dios: pedía que le aguantaran «la tontería de estar tan preocupado por los corintios, ¡porque se debía a la pasión de Dios quemándole por dentro!» David sentía lo mismo, «la pasión por la casa de Dios lo consumía, y sentía que los que insultaban a Dios también lo insultaban a él».

¿Qué es lo que más le importa a Dios? La redención de su pueblo. ¡Quiere hallar a todos sus hijos que se han perdido! Jesús vino al mundo por ese motivo principal. El hecho más preciado para Dios es la muerte de su Hijo. Lo segundo más valioso es cuando sus hijos comparten esa noticia con otros. Si somos amigos de Dios, nos deben importar todas las personas a nuestro alrededor, porque también le preocupan a Dios. Los amigos de Dios les hablan a sus amigos acerca de Dios.

Debo desear la amistad con Dios más que nada. Los Salmos están repletos de ejemplos de este anhelo. David deseaba con pasión conocer a Dios por encima de todo; usó palabras como anhelo, ansia, sed, hambre. Anhelaba a Dios. Dijo: «Sólo una cosa he pedido al Señor, sólo una cosa deseo: estar en el templo del Señor todos los días de mi vida, para adorarlo en su templo y contemplar su hermosura». En otro salmo dijo: «Tu amor es mejor que la vida».

Reflection:

Mientras más amigo seas de Dios, más te importará lo que a él le importa.


DAY 12 / Third part • Developing Your Friendship with God

I pour out my complaints before God and tell him all my troubles. For I am overwhelmed.

PSALM 142:2 – 3 (NLT)

We obey God, not out of duty or fear or compulsion, but because we love him and trust that he knows what is best for us. We want to follow Christ out of gratitude for all he has done for us, and the closer we follow him, the deeper our friendship becomes.

Unbelievers often think Christians obey out of obligation or guilt or fear of punishment, but the opposite is true. Because we have been forgiven and set free, we obey out of love — and our obedience brings great joy! Jesus said, “I have loved you even as the Father has loved me. Remain in my love. When you obey me, you remain in my love, just as I obey my Father and remain in his love. I have told you this so that you will be filled with my joy. Yes, your joy will overflow!” 

Notice that Jesus expects us to do only what he did with the Father. His relationship with his Father is the model for our friendship with him. Jesus did whatever the Father asked him to do — out of love.

True friendship isn’t passive; it acts. When Jesus asks us to love others, help the needy, share our resources, keep our lives clean, offer forgiveness, and bring others to him, love motivates us to obey immediately. We are often challenged to do “great things” for God. Actually, God is more pleased when we do small things for him out of loving obedience. They may be unnoticed by others, but God notices them and considers them acts of worship.

Great opportunities may come once in a lifetime, but small opportunities surround us every day. Even through such simple acts as telling the truth, being kind, and encouraging others, we bring a smile to God’s face. God treasures simple acts of obedience more than our prayers, praise, or offerings. The Bible tells us, “What pleases the LORD more: burnt offerings and sacrifices or obedience to his voice? It is better to obey than to sacrifice.” 

Jesus began his public ministry at age thirty by being baptized by John. At that event God spoke from heaven: “This is my beloved Son, and I am fully pleased with him.”  What had Jesus been doing for thirty years that gave God so much pleasure? The Bible says nothing about those hidden years except for a single phrase in Luke 2:51: “He went back to Nazareth with them, and lived obediently with them” (MSG). Thirty years of pleasing God were summed up in two words: “lived obediently”!

I must choose to value what God values. This is what friends do — they care about what is important to the other person. The more you become God’s friend, the more you will care about the things he cares about, grieve over the things he grieves over, and rejoice over the things that bring pleasure to him.

Paul is the best example of this. God’s agenda was his agenda, and God’s passion was his: “The thing that has me so upset is that I care about you so much — this is the passion of God burning inside me!” David felt the same way: “Passion for your house burns within me, so those who insult you are also insulting me.” 

What does God care about most? The redemption of his people. He wants all his lost children found! That’s the whole reason Jesus came to earth. The dearest thing to the heart of God is the death of his son. The second dearest thing is when his children share that news with others. To be a friend of God, you must care about all the people around you whom God cares about. Friends of God tell their friends about God.

Reflection:

The more you become God’s friend, the more you will care about the things he cares about.