DÍA 10 Tercera Parte • El corazónde la adoración

Entrégate al Señor y espera en él con paciencia. SALMO 37:7 (PAR)

No somos Dios, y nunca lo seremos. Somos seres humanos. Cuando pretendemos ser Dios acabamos pareciéndonos a Satanás, que pretendía eso mismo.

Aceptamos nuestra humanidad con el intelecto, pero no con las emociones. Cuando nos enfrentamos a nuestras propias limitaciones, reaccionamos con irritación, enojo y resentimiento. Queremos ser más altos (o más bajos), más inteligentes, más fuertes, más talentosos, más hermosos y más ricos. Queremos tener de todo y hacer cualquier cosa, y nos disgustamos cuando eso no ocurre. Al darnos cuenta de que Dios dota a otros con las características que no tenemos, respondemos con envidia, celos y autocompasión.

Lo que significa rendirse. La rendición a Dios no es resignación pasiva, ni fatalismo, ni una excusa para la pereza. No es aceptar el estado actual de las cosas. Todo lo contrario: es sacrificar nuestra vida y sufrir para cambiar lo que se debe modificar. Dios suele llamar a las personas consagradas a luchar por él. La entrega no es para cobardes ni para quienes se dejan pisotear por todo el mundo. Tampoco significa dejar de pensar racionalmente. ¡Dios no quiere desperdiciar la mente que te dio! No quiere robots a su servicio. La entrega no implica reprimir nuestra personalidad. Él quiere usar nuestra personalidad, que es única. En lugar de reducirla, la entrega potencia nuestra personalidad. C.S. Lewis señaló: «Cuanto más dejamos que Dios tome nuestra vida, más verdaderamente nos convertimos en lo que somos, porque él nos creó. Él inventó todas las distintas personas que hemos sido destinados a ser… Cuando me vuelvo a Cristo, cuando me rindo a su personalidad, recién entonces comienzo a adquirir mi verdadera personalidad».

La entrega se demuestra mejor con la obediencia y la confianza. Dices: «Sí, Señor» a cualquier cosa que te pida. Decirle: «No, Señor» sería una contradicción. No podemos llamarle Señor a Jesús si nos negamos a obedecerle. Después de pasar la noche pescando infructuosamente, Simón fue un modelo de entrega cuando Jesús le dijo que intentara de nuevo: «Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada… Pero como tú me lo mandas, echaré las redes». Las personas consagradas obedecen la Palabra de Dios, incluso aunque piensen que no tiene sentido.

Otro aspecto de una vida completamente consagrada es la confianza. Abraham siguió la guía de Dios sin saber adónde lo llevaría. Ana esperó el tiempo perfecto de Dios sin saber cuándo sería. María esperaba un milagro sin saber cómo. José confió en el propósito de Dios sin saber por qué las circunstancias se dieron como se dieron. Todos ellos se entregaron a Dios por completo.

Puedes saber que te has entregado a Dios cuando dependes de él para que las cosas resulten bien, en lugar de manipular a los demás, imponer tus ideas y controlar la situación. Uno suelta las riendas y deja que Dios obre. No necesitas estar «siempre al control». La Biblia dice que debemos entregarnos al Señor y esperar en él con paciencia. En lugar de esforzarte más, confía más. También sabes que te has rendido cuando no reaccionas a la crítica ni te apresuras a defenderte. Un corazón rendido se destaca en las relaciones personales. Una vez que nos entregamos a Dios, ya no descalificamos a los demás, no exigimos nuestros derechos y no buscamos nuestro propio bien.

Para muchas personas, el elemento más difícil de entregar es su dinero. Muchos han pensado: «Quiero vivir para Dios, pero también quiero ganar suficiente dinero para tener una vida cómoda y jubilarme algún día». La meta de una vida consagrada no es la jubilación, porque compite con Dios por la atención primaria de nuestra vida. Jesús dijo: «No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas» y «donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».

El ejemplo supremo de entrega personal es Jesús. La noche antes de su crucifixión, Jesús se entregó al plan de Dios. Oró pidiéndole al Padre que, como todo era posible para él, no le hiciera beber esa copa de sufrimiento; pero que no se hiciera su voluntad, sino la del Padre.

Reflexión:

La entrega se demuestra mejor con la obediencia y la confianza.


DAY 10/ Part 3 • The Heart of Worship

Surrender yourself to the LORD and wait patiently for him. PSALM 37:7 (GWT)

We accept our humanity intellectually, but not emotionally. When faced with our own limitations, we react with irritation, anger, and resentment. We want to be taller (or shorter), smarter, stronger, more talented, more beautiful, and wealthier. We want to have it all and do it all, and we become upset when it doesn’t happen. Then when we notice that God gave others characteristics we don’t have, we respond with envy, jealousy, and selfpity.

What it means to surrender. Surrendering to God is not passive resignation, fatalism, or an excuse for laziness. It is not accepting the status quo. It may mean the exact opposite: sacrificing your life or suffering in order to change what needs to be changed. God often calls surrendered people to do battle on his behalf. Surrendering is not for cowards or doormats. Likewise, it does not mean giving up ra- tional thinking. God would not waste the mind he gave you! God does not want robots to serve him.

Surrendering is not repressing your personality. God wants to use your unique personality. Rather than its being diminished, surrendering enhances it. C. S. Lewis observed, “The more we let God take us over, the more truly ourselves we become because he made us. He invented all the different people that you and I were intended to be. .. . It is when I turn to Christ, when I give up myself to His personality, that Ifirst begin to have a real personality of my own.”

Surrendering is best demonstrated in obedience. You say “yes, Lord” to whatever he asks of you. To say “no, Lord” is to speak a contradiction. You can’t call Jesus your Lord when you refuse to obey him After a night of failed fishing, Simon modeled surrender when Jesus told him to try again: “Master, we’ve worked hard all night and haven’t caught anything. But because you say so, I will let down the nets.” Surrendered people obey God’s word, even if it doesn’t make sense.

Another aspect of a fully surrendered life is trust. Abraham followed God’s leading without knowing where it would take him. Hannah waited for God’s perfect timing without knowing when. Mary expected a miracle without knowing how. Joseph trusted God’s purpose without knowing why circumstances happened the way they did. Each of these people were fully surrendered to God.

You know you’re surrendered to God when you rely on God to work things out instead of trying to manipulate others, force your agenda, and control the situation. You let go and let God work. You don’t have to always be “in charge.” The Bible says, “Surrender yourself to the Lord, and wait patiently for him.” Instead of trying harder, you trust more. You also know you’re surrendered when you don’t react to criticism and rush to defend yourself. Surrendered hearts show up best in relationships. You don’t edge others out, you don’t demand your rights, and you aren’t selfserving when you’re surrendered.

The most difficult area to surrender for many people is their money. Many have thought, “I want to live for God but I also want to earn enough money to live comfortably and retire someday.” Retirement is not the goal of a surrendered life, because it competes with God for the primary attention of our lives. Jesus said, “You cannot serve both God and money”  and “Wherever your treasure is, your heart will be also.”

The supreme example of selfsurrender is Jesus. The night before his crucifixion Jesus surrendered himself to God’s plan. He prayed, “Father, everything is possible for you. Please take this cup of suffering away from me. Yet I want your will, not mine.”

Jesus didn’t pray, “God, if you’re able to take away this pain, please do so.’” He had already affirmed that God can do anything! Instead he prayed, “God, if it is in your best interest to remove this suffering, please do so. But if it fulfills your purpose, that’s what I want, too.”

Reflection:

Surrender is best demonstrated in obedience and trust.