Cuando la aflicción es buena

Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. —Salmo 119:71


Versículos para el estudio adicional:
Salmo 119:68, 75-76, 143
Salmo 145:17

Hace unos años tuve algunos problemas serios con mi piel, ya que el eczema con el que luchaba desde la niñez se empeoró de gran manera. Intenté de todo: cremas de aplicación externa, esteroides en forma oral y tópica, medicamentos antiinflamatorios y hasta una terapia leve. La mayoría de los días deambulaba por ahí como una zombi, extenuada por la picazón y las interminables rascadas que me mantenían en vilo toda la noche. Me mostraba irritada, deprimida, como si fuera alguien por completo distinta a mí. Me sentía tan desdichada con mi piel que sabía que colapsaría en cualquier momento si no lograba conseguir algún alivio.

Durante este tiempo sombrío, el Señor me guió a leer el Salmo 119:71, que afirma: «Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos». Por mi parte pensaba: «¿Bueno? ¡No hay nada de bueno en esto, Señor! Luzco y me siento horrible. Estoy cansada de lidiar con este problema y no entiendo de qué manera algo así pueda ser bueno». Sin embargo, en vez de continuar con el festín de la autocompasión, comencé a meditar en otros versículos de ese mismo capítulo que me recordaban la bondad y la fidelidad de Dios, las cuales no han cambiado a pesar de las pruebas que él pueda permitir en mi vida.

Lentamente mi mente y mi corazón fueron transformados al ver mi situación desde la perspectiva de Dios. Aprendí a descansar en él para obtener nuevas fuerzas. Desarrollé una pasión por su Palabra. Oré con más frecuencia y mayor fervor. Me di cuenta de que los problemas de mi piel no eran un castigo del Señor, sino una forma de aprender a enfocarme en él como mi fuente de fortaleza y consuelo. Él me permitió experimentar esos desafíos físicos no porque estuviera enojado conmigo, sino porque me amaba. Dios redimió esa prueba en particular, con todo lo dolorosa que era, atrayéndome más cerca de sí mismo.

¿Te encuentras atravesando un momento difícil en tu vida que no puedes comprender? ¿Estás cansado de tanta lucha y te preguntas cuál podría ser el propósito de Dios con ello? Tengo buenas noticias para ti: No tienes que entender por qué suceden las cosas, solo tienes que confiar en él. El Señor está obrando en medio de ese problema para bien, aun si no puedes verlo ahora mismo, y usará lo que sea con tal de transformarte a la imagen de Cristo. Abraza sus preciosas promesas y pídele que te muestre un versículo en especial que fortalezca tu fe. Algún día mirarás hacia atrás a esta prueba, meditarás en todo lo que Dios ha hecho, y serás capaz de decir: «Me hizo bien haber sido afligido».



Oración:
Dios, sé que hay un propósito en el dolor de la aflicción. Guárdame de hundirme en la desesperación cuando vengan las pruebas. Quiero darle honor y gloria a tu nombre, sin importar cuáles sean las circunstancias de mi vida.


When Affliction Is Good

It was good for me to be afflicted so that I might learn your decrees. — Psalm 119:71


Verses for additional study: Psalm 119:68, 75 – 76, 143
Psalm 145:17

A few years ago, I experienced major problems with my skin when the eczema I’d dealt with since childhood became increasingly worse. I tried everything—topical creams, oral and topical steroids, anti-inflammatory medications, and even light therapy. Most days I walked around in a zombie-like state, exhausted from the itching and scratching that kept me awake at night. I was irritable, depressed, and didn’t feel like myself at all. I was so miserable in my own skin that I knew I’d have a breakdown if I didn’t experience some relief.

During this dark season, the Lord led me to Psalm 119:71, which says, “It was good for me to be afflicted so that I might learn your decrees.” I thought, “Good? There’s nothing good about this, Lord! I look and feel horrible. I’m tired of dealing with this problem, and I don’t understand how anything about it could be good.” However, instead of continuing the pity party, I began to meditate on other verses in that same chapter that reminded me of God’s goodness and faithfulness, which remain unchanged despite any trials he may allow into my life.

Slowly, my mind and heart were transformed as I viewed my situation from God’s perspective. I learned to lean on the Lord for strength.

I developed a passion for his Word. I prayed more often and with greater fervency. I realized that my skin problems weren’t a punishment from the Lord but a way to learn how to focus on him as my source of strength and comfort. He allowed me to experience those physical challenges not because he was upset with me but because he loved me. He redeemed that particular trial, painful as it was, by drawing me closer to him.

Are you going through a difficult time in your life that you don’t understand? Are you weary from the struggle, and do you wonder what God’s purpose might be? Good news: you don’t have to understand why it’s happening; you only need to trust him. The Lord is working this problem out for the good, even if you can’t see it right now, and he will use whatever it takes to transform you into the image of Christ. Embrace his precious promises, and ask him to give you a special verse that will strengthen your faith. Someday soon you’ll look back on this trial, reflect on all that God has done, and be able to say, “It was good for me to be afflicted.”


Prayer:
God, I know that there is purpose in the pain of affliction. Keep me from sinking into despair when trials come. I want to bring honor and glory to you, no matter what the circumstances are in my life.