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Luego dijo a sus siervos: «El banquete de bodas está preparado, pero los que invité no merecían venir. Vayan al cruce de los caminos e inviten al banquete a todos los que encuentren.»
(MATEO 22.8–9)
A Jesús le gustaba contar historias llamadas parábolas. Cada una de ellas encerraba una lección. Con frecuencia, aquellas personas que las escuchaban no entendían lo que él estaba enseñando. Con la historia del banquete de boda, Jesús quería que las personas supieran algunas cosas importantes acerca de Dios. Una de ellas es que los dones divinos son para todos. Algunos judíos creían que el Mesías o Salvador iba a ser solo para ellos. Querían privilegios especiales y se consideraban mejores que los demás. Nadie más era lo suficientemente exclusivo para recibir a Jesús, el don de ”ios.
Sin embargo, los dones de Dios —el amor, la salvación y el cielo— son para todos los que creen en él y piden que él esté en su vida. No importa quién eres, cuál es tu aspecto, cuánto dinero tiene tu familia, cómo te llamas o dónde vives. ¿No es fantástico? ¿No te parece que todo el mundo querría recibir dones de Dios? Tristemente, muchos rechazarán estos maravillosos regalos, porque no entienden que son gratuitos ni que todas las personas son iguales a los ojos de Dios. Corre la voz de que la mesa de Dios está abierta a todos. No hay requisitos especiales; solo acepta su invitación a formar parte de su familia.
Oración:
Señor, quiero ser parte de tu familia. Creo que tus dones son para mí. Te ruego que te encargues de mi vida y que me permitas mostrar tus maravillosos dones a otros.
Day 143 • You’re Invited
Then he said to his servants, “The wedding banquet is ready, but those I invited did not deserve to come. So go to the street corners and invite to the banquet anyone you find.”
(MATTHEW 22:8−9)
Jesus liked to tell stories called parables. Each parable had a lesson. Often the people listening didn’t understand what Jesus was teaching. With the story of the wedding dinner, Jesus wanted the people to know some important things about God. One lesson is that God’s gifts are for anyone. Some Jews thought that the Messiah or Savior was going to be just for them. They wanted special privileges and thought they were better than others. No one else was special enough for God’s gift of Jesus.
But God’s gifts—love and salvation and Heaven—are for anyone who believes in him and asks for him to be in their life. It doesn’t matter who you are, what you look like, how much money your family has, what your name is, or where you live. Isn’t that great? Doesn’t it seem like everyone would want gifts from God? Sadly, many people will reject these wonderful gifts because they don’t understand they are free or that everyone is equal in God’s eyes. Spread the word that God’s table is open to everyone. No special qualifications—just accept his invitation to be part of his family.
Prayer:
God, I want to be part of your family. I believe your gifts are for me. Please take charge of my life and allow me to show others your wonderful gifts.