No piensen sólo en su propio bien. Piensen en los otros cristianos y en lo que es mejor para ellos.
1 CORINTIOS 10:24 (BAD)
Enfoquémonos en lo que tenemos en común, no en las diferencias. Pablo nos dice: «Esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación». Como creyentes compartimos un Señor, un cuerpo, un propósito, un Padre, un Espíritu, una esperanza, una fe, un bautismo y un amor. Compartimos la misma salvación, la misma vida y el mismo futuro, factores mucho más relevantes que cualquier diferencia que podríamos enumerar. Estos son los asuntos en los que debemos enfocarnos, no en nuestras diferencias personales.
Debemos recordar que fue Dios quien nos escogió para darnos personalidades, trasfondos, razas y preferencias diferentes, de modo que podamos valorar y disfrutar esas diferencias, no meramente tolerarlas. Dios quiere unidad, no uniformidad. Y por causa de la unidad nunca debemos permitir que las diferencias nos dividan. Debemos permanecer concentrados en lo que más importa: aprender a amarnos como Cristo nos amó y cumplir los cinco propósitos de Dios para cada uno de nosotros y su iglesia.
Por lo general el conflicto es una señal de que nos estamos concentrando en otros asuntos menos importantes, lo que la Biblia llama «discusiones necias». La división siempre surge cuando dirigimos la mirada hacia las personalidades, las preferencias, las interpretaciones, los estilos o los métodos. Pero si nos concentramos en amarnos y cumplir los propósitos de Dios, el resultado es la armonía. Pablo rogaba por esto: «Que haya verdadera armonía para que no surjan divisiones en la iglesia. Les suplico que tengan la misma mente, que estén unidos en un mismo pensamiento y propósito».
Sé realista con respecto a tus expectativas. En cuanto descubrimos cómo quiere Dios que sea la verdadera comunión, es fácil desanimarnos por la diferencia entre lo ideal y la realidad en nuestra iglesia. Sin embargo, debemos amar a la iglesia con pasión pese a sus imperfecciones. Anhelar lo ideal mientras criticamos lo real es señal de inmadurez. Por otro lado, si uno se conforma con la realidad sin esforzarse por alcanzar lo ideal, es señal de complacencia. La madurez consiste en vivir con esta tensión.
Habrá creyentes que sí te defraudarán y te decepcionarán, pero eso no es ninguna excusa para no tener comunión con ellos. Ellos son tu familia, aun cuando no actúen como tal, y simplemente no puedes abandonarlos. En cambio, Dios nos dice: «Tengan paciencia unos con otros, siendo indulgentes con las fallas de los demás por su amor».
Reflexión:
Debemos amar a la iglesia con pasión pese a sus imperfecciones.
Day 21 • 2nd Part – Protecting Your Church
Don’t think only of your own good. Think of other Christians and what is best for them.
1 CORINTHIANS 10:24 (NLT)
Focus on what we have in common, not our differences. Paul tells us, “Let us concentrate on the things which make for harmony, and on the growth of one another’s character.” As believers we share one Lord, one body, one purpose, one Father, one Spirit, one hope, one faith, one baptism, and one love. We share the same salvation, the same life, and the same future — factors far more important than any differences we could enumerate. These are the issues, not our personal differences, that we should concentrate on.
We must remember that it was God who chose to give us different personalities, backgrounds, races, and preferences, so we should value and enjoy those differences, not merely tolerate them. God wants unity, not uniformity. But for unity’s sake we must never let differences divide us. We must stay focused on what matters most — learning to love each other as Christ has loved us, and fulfilling God’s five purposes for each of us and his church.
Conflict is usually a sign that the focus has shifted to less important issues, things the Bible calls “disputable matters.” When we focus on personalities, preferences, interpretations, styles, or methods, division always happens. But if we concentrate on loving each other and fulfilling God’s purposes, harmony results. Paul pleaded for this: “Let there be real harmony so there won’t be divisions in the church. I plead with you to be of one mind, united in thought and purpose.”
Be realistic in your expectations. Once you discover what God intends real fellowship to be, it is easy to become discouraged by the gap between the ideal and the real in your church. Yet we must passionately love the church in spite of its imperfections. Longing for the ideal while criticizing the real is evidence of immaturity. On the other hand, settling for the real without striving for the ideal is complacency. Maturity is living with the tension.
Other believers will disappoint you and let you down, but that’s no excuse to stop fellowshiping with them. They are your family, even when they don’t act like it, and you can’t just walk out on them. Instead God tells us, “Be patient with each other, making allowance for each other’s faults because of your love.”
Reflection:
We must passionately love the church in spite of its imperfections.