Día 18 • 3ra parte – Viviendo la Vida Jutos

Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro […] Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente! ECLESIASTÉS 4:9-12 (NVI)

En la comunión verdadera experimentamos compasión. La compasión no se limita a dar consejos o a una ayuda rápida y cosmética; la compasión implica comprender y compartir el dolor de los demás. La compasión dice: «Entiendo lo que te está pasando, y lo que sientes no es raro ni es una locura». Hoy también se conoce como «empatía», pero la palabra bíblica es «compasión». La Escritura afirma que, como escogidos de Dios, santos y amados, debemos vivir con «verdadera compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia».

La compasión satisface dos necesidades humanas esenciales: ser entendidos y que nuestros sentimientos sean apreciados. Cada vez que entiendes y aprecias los sentimientos de alguien, estableces comunión. El problema es que muchas veces tenemos tanta prisa por arreglar las cosas, que no tenemos tiempo para expresar nuestra compasión. O estamos preocupados con nuestros propios dolores. La autocompasión agota la compasión por los demás.

La comunión tiene diferentes niveles, cada uno apropiado para diferentes momentos. Los grados más simples de comunión son al compartir y al estudiar la Palabra de Dios en comunidad. Un nivel más profundo es la comunión al servir, como cuando ministramos entre varios en los viajes misioneros o los proyectos de caridad. El nivel más profundo e intenso es la comunión en el sufrimiento, cuando nos solidarizamos con la pena y el dolor de los demás y nos ayudamos unos a otros a sobrellevar las cargas. Los cristianos que mejor entienden este nivel son aquellos que en este mundo sufren persecución, desprecio y hasta la muerte como mártires por su fe.


La Palabra de Dios nos manda: «Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Esa es la manera de obedecer la ley de Cristo». Es en los momentos más intensos de crisis, dolor y duda que más nos necesitamos unos a otros. Cuando las circunstancias nos aplastan y nuestra fe se derrumba, es cuando más necesitamos a nuestros amigos creyentes. Necesitamos contar con un pequeño grupo de amigos que tengan fe en Dios por nosotros para permitirnos salir adelante. En un pequeño grupo, el cuerpo de Cristo es real y tangible, aunque Dios parezca distante. Durante su sufrimiento, Job necesitó con desesperación contar con ese grupo. Clamó: «Aunque uno se aparte del temor al Todopoderoso, el amigo no le niega su lealtad».


Reflexión:
Cada vez que entiendes y aprecias los sentimientos de alguien, estableces una comunión.


Day 18 • 3rd Part – Experiencing Life Together

Two are better than one, because together they can work effectively. If one of them falls down, the other can help him up. . . . Two people can resist an attack that would defeat one person alone. A rope made of three cords is hard to break. ECCLESIASTES 4:9 – 10, 12 (TEV)

In real fellowship people experience sympathy.

Sympathy is not giving advice or offering quick, cosmetic help; sympathy is entering in and sharing the pain of others. Sympathy says, “I understand what you’re going through, and what you feel is neither strange nor crazy.” Today some call this “empathy,” but the biblical word is “sympathy.” The Bible says, “As holy people . . . be sympathetic, kind, humble, gentle, and patient.”

Sympathy meets two fundamental human needs: the need to be understood and the need to have your feelings validated. Every time you understand and affirm someone’s feelings, you build fellowship. The problem is that we are often in so much of a hurry to fix things that we don’t have time to sympathize with people. Or we’re preoccupied with our own hurts. Self-pity dries up sympathy for others. 

There are different levels of fellowship, and each is appropriate at different times. The simplest levels of fellowship are the fellowship of sharing and the fellowship of studying God’s Word together. A deeper level is the fellowship of serving, as when we minister together on mission trips or mercy projects. The deepest, most intense level is the fellowship of suffering, where we enter into each other’s pain and grief and carry each other’s burdens. The Christians who understand this level best are those around the world who are being persecuted, despised, and often martyred for their faith.

The Bible commands: “Share each other’s troubles and problems, and in this way obey the law of Christ.”  It is in the times of deep crisis, grief, and doubt that we need each other most. When circumstances crush us to the point that our faith falters, that’s when we need believing friends the most. We need a small group of friends to have faith in God for us and to pull us through. In a small group, the Body of Christ is real and tangible even when God seems distant. This is what Job desperately needed during his suffering. He cried out, “A despairing man should have the devotion of his friends, even though he forsakes the fear of the Almighty.”

Reflection:

Every time you understand and affirm someone’s feelings, you build fellowship.