Día 14 / 2da Parte • Cuando Dios Parece Distante

Dios mío, ¿por qué te quedas tan lejos?, ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito?

SALMO 10:1 (BLS)

Floyd McClung lo describe de la siguiente manera: «Te despiertas una mañana y todos tus sentimientos espirituales han desaparecido. Oras, pero no pasa nada. Reprendes al diablo, pero nada cambia. Realizas tus ejercicios espirituales… les pides a tus amigos que oren por ti… confiesas todos los pecados que puedas imaginar y les pides perdón a todos tus conocidos. Ayunas… pero no pasa nada. Comienzas a preguntarte cuánto tiempo durará esta penumbra espiritual. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Terminará algún día?… sientes que tus oraciones rebotan en el techo. Al borde de la desesperación, gritas: “¿Qué me pasa?”».

 ¡La verdad es que nada está mal! Es una parte normal de la prueba y la maduración de nuestra amistad con Dios. Todos los cristianos atravesamos esta situación por lo menos una vez, y por lo general varias veces. Es dolorosa y desconcertante, pero es absolutamente vital para el desarrollo de la fe. Job no perdió la esperanza cuando no sentía la presencia de Dios en su vida porque tenía esa certeza. Dijo: «Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo. Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro».

Cuando Dios parece distante, puedes sentir que está enojado contigo o que te está disciplinando por algún pecado. Es cierto, el pecado sí nos puede desvincular de la amistad íntima con Dios. Entristecemos al Espíritu de Dios y apagamos nuestra comunión por medio de la desobediencia, el conflicto con los demás, las múltiples ocupaciones, la amistad con el mundo y otros pecados.

Pero este sentimiento de abandono y distanciamiento de Dios no suele tener nada que ver con el pecado. Es una prueba de fe, una que todos debemos enfrentar: ¿Seguirás amando, confiando, obedeciendo y adorando a Dios aunque no sientas su presencia ni tengas prueba evidente y visible de su obra en tu vida?

Dios reconoce que a veces oculta su rostro de nosotros.

En la actualidad, el error más común de los cristianos con respecto a la adoración es que buscan una experiencia más que a Dios. Buscan un sentimiento, y si lo encuentran, concluyen que han adorado. ¡Qué equivocación! En realidad, Dios suele retirar nuestros sentimientos para que no dependamos de ellos. La adoración no es la búsqueda de un sentimiento, incluso si se trata de uno de intimidad con Cristo. Cuando eres un cristiano «en pañales», Dios te da varias emociones y contesta tus oraciones inmaduras y egocéntricas para que confirmes su existencia. Pero a medida que crecemos en la fe, nos aparta gradualmente de esas dependencias. La omnipresencia de Dios y la manifestación de su presencia son dos cosas distintas. Una, es un hecho; la otra, es un sentimiento. Dios está siempre presente, aunque no estemos conscientes de él; su presencia es demasiado profunda para medirla con meras emociones. Sí, Dios quiere que sientas su presencia, pero prefiere que confíes en él aunque no lo sientas. A Dios le agrada la fe, no los sentimientos. Las situaciones que más apelarán a tu fe serán aquellas en que tu vida se derrumbe y no puedas percibir a Dios. Fue lo que le sucedió a Job. En un solo día perdió todo: su familia, su negocio, su salud, todas sus posesiones. Fue de lo más desalentador… ¡por treinta y siete capítulos Dios no dijo nada!

Reflexión:

El error más común de los cristianos con respecto a la adoración es que buscan una experiencia más que a Dios.


DAY 14/Second part • When God Seems Distant.

Lord, why are you standing aloof and far away? Why do you hide when I need you the most?

PSALM 10:1 (LB)

Floyd McClung describes it: “You wake up one morning and all your spiritual feelings are gone. You pray, but nothing happens. You rebuke the devil, but it doesn’t change anything. You go through spiritual exercises . . . you have your friends pray for you . . . you confess every sin you can imagine, then go around asking forgiveness of everyone you know. You fast . . . still nothing. You begin to wonder how long this spiritual gloom might last. Days? Weeks? Months? Will it ever end? . . . It feels as if your prayers simply bounce off the ceiling. In utter desperation, you cry out, ‘What’s the matter with me?’ ”

The truth is, there’s nothing wrong with you! This is a normal part of the testing and maturing of your friendship with God. Every Christian goes through it at least once, and usually several times. It is painful and disconcerting, but it is absolutely vital for the development of your faith. Knowing this gave Job hope when he could not feel God’s presence in his life. He said, “I go east, but he is not there. I go west, but I cannot find him. I do not see him in the north, for he is hidden. I turn to the south, but I cannot find him. But he knows where I am going. And when he has tested me like gold in a fire, he will pronounce me innocent.”

God admits that sometimes he hides his face from us.

When God seems distant, you may feel that he is angry with you or is disciplining you for some sin. In fact, sin does disconnect us from intimate fellowship with God. We grieve God’s Spirit and quench our fellowship with him by disobedience, conflict with others, busyness, friendship with the world, and other sins.

But often this feeling of abandonment or estrangement from God has nothing to do with sin. It is a test of faith — one we all must face: Will you continue to love, trust, obey, and worship God, even when you have no sense of his presence or visible evidence of his work in your life?

The most common mistake Christians make in worship today is seeking an experience rather than seeking God. They look for a feeling, and if it happens, they conclude that they have worshiped. Wrong! In fact, God often removes our feelings so we won’t depend on them. Seeking a feeling, even the feeling of closeness to Christ, is not worship.

When you are a baby Christian, God gives you a lot of confirming emotions and often answers the most immature, self-centered prayers — so you’ll know he exists. But as you grow in faith, he will wean you of these dependencies.

God’s omnipresence and the manifestation of his presence are two different things. One is a fact; the other is often a feeling. God is always present, even when you are unaware of him, and his presence is too profound to be measured by mere emotion.

Reflection:

The most common mistake Christians make in worship today is seeking an experience rather than seeking God.