Día 12 • 2da Parte – Desarrolla tu amistad con Dios

Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. SANTIAGO 4:8 (NVI)


—Está bien, haré lo que me pides —le dijo el Señor a Moisés—, y también haré esto porque te conozco bien y te considero mi amigo».


¿Puede Dios tolerar esa sinceridad franca e intensa de tu parte? ¡Por supuesto! La amistad auténtica se construye basándose en revelaciones. Lo que puede parecer un atrevimiento, para Dios es autenticidad. Dios escucha las palabras apasionadas de sus amigos; se aburre con los clichés reverentes y previsibles. Si quieres ser amigo de Dios, debes ser sincero con él, comunicarle lo que de verdad sientes, no lo que piensas que deberías sentir o decir.


Es posible que necesites confesar una rabia oculta o algún resentimiento contra Dios por ciertas partes de tu vida donde sientes que Dios no te trató con justicia o te decepcionó. Hasta que maduremos lo suficiente como para entender que Dios usa todo para bien de nuestra vida, estaremos resentidos con él por simplezas como la apariencia física, nuestro trasfondo y formación, oraciones sin respuesta, penas del pasado y otras cosas que cambiaríamos si fuéramos Dios. La gente suele echarle la culpa a él por el dolor que otros les han provocado: William Backus le llama a eso «la grieta oculta con Dios».


El resentimiento es el mayor impedimento para amistarse con Dios: ¿Por qué querría ser amigo de Dios si permitió esto? El antídoto, por supuesto, es darse cuenta de que Dios siempre actúa defendiendo nuestros intereses, incluso cuando nos resulta doloroso y no podemos entenderlo. Pero expresar nuestro resentimiento y revelar nuestros sentimientos es el primer paso para la recuperación. Como lo hicieron tantas personas en la Biblia, cuéntale a Dios exactamente cómo te sientes.



El resentimiento es el mayor impedimento para amistarse con Dios.



Dios dejó sus instrucciones con respecto a la sinceridad sin tapujos en el libro de los Salmos: un manual de adoración lleno de protestas y desvaríos, dudas, temores, resentimientos y sentidas pasiones, combinadas con gratitud, alabanza y afirmaciones de fe. En ese libro se han catalogado todas las emociones. Cuando leas las emotivas confesiones de David y otros, entenderás que así es como Dios quiere que lo adores: sin ocultarle ningún sentimiento. Podemos orar como el salmista: «En su presencia expongo mi queja, en su presencia doy a conocer mi angustia cuando me encuentro totalmente deprimido».


Es alentador saber que todos los amigos más íntimos de Dios —Moisés, David, Abraham, Job entre otros— tuvieron sus momentos de duda. Pero en vez de disimular su desconfianza con piadosa hipocresía, la expresaron con sinceridad, franca y públicamente. Expresar nuestras dudas suele ser el primer paso hacia el siguiente nivel de intimidad con Dios.


Debo obedecer a Dios en fe. Siempre que confiemos en la sabiduría divina y hagamos todo lo que nos manda, aunque no lo entendamos, estaremos afianzando la amistad con Dios. Usualmente no pensamos en la obediencia como una característica de la amistad; la reservamos para las relaciones con los padres, el jefe o alguien en autoridad, pero no con un amigo. Sin embargo, Jesús dejó bien claro que la obediencia es una condición para la intimidad con Dios. Él dijo: «Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando».


En el capítulo anterior señalé que la palabra que Jesús usó cuando nos llamó «amigos» podía emplearse para referirse a «los amigos del rey» en la corte real. Si bien estos compañeros cercanos tenían privilegios especiales, aun así estaban sujetos al rey y tenían que obedecer sus órdenes. Somos amigos de Dios, pero no somos sus iguales. Él es nuestro líder cariñoso, y nosotros lo seguimos.

Reflexión:
Debes confiar en Dios cuando te pide que hagas algo.


DAY 12/Second part – Developing Your Friendship with God

Draw close to God, and God will draw close to you. JAMES 4:8 (NLT)

Moses, speaking as a “friend” of God, responded with equal candor: “ ‘Look, you tell me to lead this people but you don’t let me know whom you’re going to send with me. . . . If I’m so special to you, let me in on your plans. . . . Don’t forget, this is YOUR people, your responsibility. . . . If your presence doesn’t take the lead here, call this trip off right now! How else will I know that you’re with me in this, with me and your people? Are you traveling with us or not?. . .’ God said to Moses, ‘All right. Just as you say; this also I will do, for I know you well and you are special to me”.

Can God handle that kind of frank, intense honesty from you? Absolutely! Genuine friendship is built on disclosure. What may appear as audacity God views as authenticity. God listens to the passionate words of his friends; he is bored with predictable, pious clichés. To be God’s friend, you must be honest to God, sharing your true feeling, not what you think you ought to feel or say.

It Is likely that you need to confess some hidden anger and resentment at God for certain areas of your life where you have felt cheated or disappointed. Until we mature enough to understand that God uses everything for good in our lives, we harbor resentment toward God over our appearance, background, unanswered prayers, past hurts, and other things we would change if we were God. People often blame God for hurts caused by others. This creates what William Backus calls “your hidden rift with God.”

Bitterness is the greatest barrier to friendship with God.

Bitterness is the greatest barrier to friendship with God: Why would I want to be God’s friend if he allowed this? The antidote, of course, is to realize that God always acts in your best interest, even when it is painful and you don’t understand it. But releasing your resentment and revealing your feeling is the first step to healing. As so many people in the Bible did, tell God exactly how you feel.

To instruct us in candid honesty, God gave us the book of Psalms — a worship manual, full of ranting, raving, doubts, fears, resentments, and deep passions combined with thanksgiving, praise, and statements of faith. Every possible emotion is catalogued in the Psalms. When you read the emotional confessions of David and others, realize this is how God wants you to worship him — holding back nothing of what you feel. You can pray like David: “I pour out my complaints before him and tell him all my troubles. For I am overwhelmed.”

It’s encouraging to know that all of God’s closest friends — Moses, David, Abraham, Job, and others — had bouts with doubt. But instead of masking their misgivings with pious clichés, they candidly voiced them openly and publicly. Expressing doubt is sometimes the first step toward the next level of intimacy with God.

I must choose to obey God in faith. Every time you trust God’s wisdom and do whatever he says, even when you don’t understand it, you deepen your friendship with God. We don’t normally think of obedience as a characteristic of friendship; that’s reserved for relationships with a parent or the boss or a superior officer, not a friend. However, Jesus made it clear that obedience is a condition of intimacy with God. He said, “You are my friends if you do what I command.”

In the last chapter I pointed out that the word Jesus used when he called us “friends” could refer to the “friends of the king” in a royal court. While these close companions had special privileges, they were still subject to the king and had to obey his commands. We are friends with God, but we are not his equals. He is our loving leader, and we follow him.

Reflection:

You must trust God when he asks you to do something.