Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal.
2 CORINTIOS 4:11
Quebrantado y bienaventurado: dos palabras que no parecen ir juntas. Todos sabemos lo que significa estar quebrantado, sentir que todo nuestro mundo se ha derrumbado. Todos tenemos momentos en los que no queremos levantar la cabeza de la almohada y en los que estamos seguros de que las lágrimas nunca dejarán de fluir. Sentimos un vacío que no podemos llenar, el dolor de una injusticia que nunca será reparada, una pena que no se puede consolar, una herida para la que no parece haber bálsamo.
No hay nada de bienaventurado en estar quebrantado. De hecho, ciertas circunstancias de la vida duelen tan intensamente que podemos creer que nunca sanaremos.
Pero un mayor provecho, una intimidad más profunda con Cristo y una nueva comprensión de su presencia, sus propósitos y su carácter pueden venir tras tu sufrimiento. Así que no evites el dolor, acéptalo y experiméntalo plenamente. Lucha con Dios para saber por qué permitió la prueba y qué te está enseñando, porque cuando cooperas con Dios mientras Él hace su obra transformadora en ti, su bendición siempre vendrá tras tu quebranto.
Oración:
Jesús, confío en ti para que me guíes en mi quebranto. Enséñame, mi Salvador. Amén.
Blessed in Brokenness
We who live are constantly being delivered over to death for Jesus’ sake, so that the life of Jesus also may be manifested in our mortal flesh.
2 CORINTHIANS 4:11
Broken and blessed—two words that simply don’t seem to go together. We all know what it means to be broken—to feel as if our entire world has fallen apart. We all have times in our lives when we don’t want to raise our heads off the pillow and when we’re certain the tears will never stop flowing. We feel a void that cannot be filled, the pain of an injustice that will never be made right, a sorrow that cannot be comforted, a wound for which there seems no balm.
Nothing feels blessed about being broken. In fact, certain circumstances in life hurt so intensely that we may believe we’ll never heal. But greater usefulness, deeper intimacy with Christ, and a new understanding of His presence, purposes, and character can come in the wake of your suffering. So don’t avoid the pain—accept it and experience it fully. Wrestle with God over why He allowed the trial and what He’s teaching you—because when you cooperate with God as He does His transformational work in you, His blessing will always follow your brokenness.
Prayer:
Jesus, I trust You to lead me in my brokenness. Teach me, my Savior. Amen.