14Feb • Día 31 – 5ta parte • Entiende tu FORMA

Dios obra a través de personas diferentes en maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien cumple su propósito a través de todos ellos.

1 CORINTIOS 12:6 (PAR)

Los carpinteros saben cuán fácil es trabajar siguiendo la veta de la madera en lugar de ir en contra de ella. De la misma manera pasa cuando estás forzado a ministrar de una forma que es «ajena» a tu temperamento, porque crea tensión, incomodidad, requiere fuerzas y energías extras, y produce menos que mejores resultados. Este es el meollo de por qué imitar el ministerio de alguien nunca resulta. Tú no tienes su personalidad. ¡Por otra parte, Dios te hizo para que seas tú! Puedes aprender del ejemplo de otros, pero debes depurar lo que aprendes a través de tu propia forma. En la actualidad hay muchos libros y herramientas que pueden ayudarte a entender tu personalidad de manera que puedas determinar cómo usarla para Dios.

Así como los vitrales, nuestras personalidades reflejan la luz de Dios en muchos colores y modelos. Esto bendice a la familia de Dios con profundidad y variedad. También nos bendice personalmente. Te sientes bien cuando haces lo que Dios quiere que hagas. Cuando ministras de manera congruente con la personalidad que Dios te dio, experimentas la realización personal, satisfacción y productividad.

FORMA: antecedentes (sirven para algo)

Tú has sido formado por tus antecedentes en la vida, tus experiencias, la mayoría de las cuales estuvo fuera de tu control. Dios permitió todas ellas para su propósito de moldearte. A fin de determinar tu forma para servir a Dios, debes examinar por lo menos seis tipos de experiencias: 

• Familiares: ¿Qué aprendiste al crecer en tu familia?

• Educacionales: ¿Cuál fue tu materia favorita en la escuela?

• Vocacionales: ¿En cuál trabajo has sido más eficiente y cuál has disfrutado más?

• Espirituales: ¿Cuál ha sido tu momento más importante con Dios?

• Ministeriales: ¿Cuánto has servido a Dios en el pasado?

• Dolorosas: ¿Qué has aprendido de los problemas, lesiones, aguijones y pruebas? 

Es esta última categoría, la de las experiencias dolorosas, la que Dios usa la mayoría de las veces a fin de prepararte para su ministerio. ¡Dios nunca desperdicia el dolor! De hecho, el ministerio más grandioso surgirá de tu dolor más grande. ¿Quién puede ministrar mejor a los padres de un niño con síndrome de Down que otra pareja que tenga un niño en la misma condición? ¿Quién puede ayudar mejor a un alcohólico a superarse que alguien que haya luchado contra ese demonio y logrado su libertad? ¿Qué mejor apoyo para una esposa cuyo esposo la dejó por un romance que el de una mujer que ya pasó por esa agonía?

Dios intencionalmente permite que atravieses por experiencias dolorosas a fin de equiparte para que ministres a otros. La Biblia dice: «Él nos consuela en todos nuestros problemas de manera que podamos consolar a otros. Cuando otros están en problemas, debemos estar dispuestos a darles a ellos el mismo consuelo que Dios nos ha dado».

Reflexión:

Para que Dios use tus experiencias dolorosas, debes estar dispuesto a compartirlas.


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